Las cosas maravillosas que aprendemos son obra de muchas generaciones, que se depositan en nuestras manos para que las recibamos, honremos, aumentemos y podamos transmitir fielmente a nuestros hijos o discípulos.
Einstein decía de sí mismo que no era más que una de las manos serviciales que se esfuerzan con su trabajo para que la estatua del Conocimiento no quede oculta por la arena del desierto. Continúa leyendo Einstein, el lado místico